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Cómo empecé

El primer paso hacia la felicidad es siempre el más difícil -o al menos eso dicen por ahí. En este artículo te cuento cómo fue mi trayecto de formación hasta llegar a convertirme en el Ser en el que elegí transformarme.


Comencé mi carrera para obtener el título de Coach Ontológico en febrero de 2011. Recuerdo perfectamente la situación que me hizo tomar la decisión de ser Coach.

Entre 2007 y 2015 tuve una empresa de medios gráficos y sitios web. Como su director, pasaba muchas horas sentado en mi escritorio, diseñando y planificando estrategias de trabajo. En frente de mí, se sentaba Vanina, una de mis mejores amigas y gerente de la empresa al mismo tiempo. Tocábamos temas de trabajo la mayoría del tiempo. Pero otras, como en cualquier relación humana, se presentaban temas personales. Yo sabía que ella era Coach, y que estaba feliz con su carrera recientemente finalizada. Pero no conocía el tema en profundidad. No sabía qué era el Coaching exactamente. Un día, tuvimos un intercambio de opiniones diferentes, y ante la posibilidad de entrar en el enojo ante mi ataque, ella me respondió:


“No te doy autoridad para que me moleste lo que me decís…”

Y siguió escribiendo en su computadora como si nada hubiera pasado. Aunque intenté disimularlo, me quedé helado. Asombrado. Sentí una cascada de sensaciones, pero recuerdo perfectamente la primera. La vi como una mujer mucho más PODEROSA de lo que era. La vi RESPONSABLE, eligiendo cómo sentirse, en lugar de siendo VÍCTIMA de mi ataque. La admiré. E inmediatamente le dije: “QUIERO SER COACH igual que vos, ¿dónde hiciste la carrera?” Esto que te cuento, ocurrió en un lapso de 10 segundos. Lo decidí al instante. Porque no solamente me había impactado esa respuesta, sino que notaba en ella un CAMBIO de ACTITUD ante ciertas cosas que antes declaraba no poder. La notaba LIBRE, LIVIANA, con PAZ INTERIOR. Y me daba cuenta que había comenzado a HACERSE CARGO de ciertas cosas que la mayoría de la gente no. Se había convertido en LÍDER de ella misma.


Otro hecho concreto que me apasionó, y quiero compartirte. En el patio de nuestra oficina habíamos colocado un aro de básquet para distraernos en los ratos libres, y desconectarnos del trabajo. ¡Fue una excelente idea! Un día estaba yo compitiendo con uno de los miembros de nuestro equipo de trabajo, tirando tiros libres. Iba perdiendo por goleada. No metía una. Y eso que jugué básquet durante toda mi vida. Me QUEJABA todo el tiempo, por esto o por aquello: “no meto una, hoy no es mi día, hoy no puedo…” Vanina estaba sentada a unos metros, mirando atentamente lo que pasaba. Y mientras tomaba mate (bebida caliente típica de Argentina), me dijo: “cambiá la conversación interna”. Solo 4 PALABRAS. Era la primera vez que escuchaba poner en una frase eso que sucedía dentro de mí, desde siempre. ¡Claro! pensé. “La conversación interna es eso que me digo a mí mismo!” Y… adiviná. ¡Sucedió! ¡Tomé la pelota, tiré, y fue una hermosa canasta! No lo podía creer. Me quedé deslumbrado con aquella idea, y sobre todo con aquel RESULTADO. ¿Entonces estaba errando por mi conversación interna? ¿Es decir… LOGRARLO DEPENDÍA DE MÍ? ¿Cómo puede ser? ¿Entonces, si hay algo que no puedo lograr, puedo cambiar eso que me digo, y obtener RESULTADOS DIFERENTES? Wowwwwww!! Ese día, que también recuerdo como si fuera hoy, fue clave para el comienzo de mi carrera como Coach Ontológico. Me recibí en febrero de 2012.



¿QUÉ APRENDÍ?


Recuerdo que llegué a la escuela de Coaching, y me dieron una hermosa carpeta azul, que en la tapa decía: Coaching Ontológico TRANSFORMACIONAL. Esa palabra atrajo mi atención. Cada vez que miraba mi carpeta, mi vista iba a hacia esa palabra. ¿Acaso podría realmente convertirme en una mejor versión de mí mismo? ¿Podría derribar esas trabas que tenía, y que solo yo comprendía? ¿Esas sensaciones sobre mí mismo tan profundas que no le explicaba a nadie, porque sentía que nadie comprendería? Y la respuesta a todas estas preguntas era siempre la misma: “si Vani pudo, yo también”

¡Y vaya si experimenté una transformación ese año!


Aprendí a reconocerme en el espejo. A no tener miedo de lo que allí veo. Y si lo tengo, aceptar y sonreír.


Aprendí que el miedo no se va. Y que el valiente no es el que no tiene miedo, sino que el que es capaz de atravesarlo.


Aprendí que las emociones llegan de manera inesperada, pero que puedo ELEGIR cuando terminan.


Aprendí que todo en mi vida es mi elección, y que puedo elegir desde un lugar RESPONSABLE sin culpar a los de afuera por lo que no puedo lograr.


Aprendí el inmenso PODER que tienen las PALABRAS.


Aprendí que eso tan grave que me pasa, ese problema que parece no tener solución, nunca es más grande que yo, y sólo requiere un cambio de OBSERVADOR.


Aprendí a AMARME profundamente, y a entender que no puedo amar a otro si no me amo primero. Nadie puede dar lo que no tiene.


Aprendí que las creencias que tengo sobre mí pueden cambiar. Que puedo CREAR ideas diferentes a las que mis papás me dijeron sobre mí cuando era pequeño.


Aprendí que veo el mundo a través del lenguaje, y que no veo las cosas como SON, sino como SOY. Y este concepto trajo un gran alivio a mi vida: dejé de querer TENER LA RAZÓN.


Aprendí a entender que ya no necesito la APROBACIÓN de mis padres, o de los demás, para llevar a cabo mis proyectos, expresar mis ideas, o pensar como pienso.

Aprendí que sin ACCIÓN no hay RESULTADOS, y que cuando no hay RESULTADOS, hay EXCUSAS.


Aprendí que puedo ser INSPIRACIÓN, como Vani lo fue conmigo, para que otros lideren sus vidas.


Y la lista es larga. Pero sobre todo, lo más maravilloso que dejó el Coaching en mÍ, es descubrir mi PROPÓSITO EN LA VIDA. Aprendí que lo más maravilloso que puede pasarme, es dejar huella en otras personas. Esa es mi manera de trascender, de dejarle un mundo mejor a mis hijos. Ser servicio.


“Quiero que el mundo sea mejor porque yo estuve ahí”

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